miércoles, 11 de agosto de 2010

Nota de Lector "El Olor de la India"

El narrador del “El olor de la India” se siente extraño al lugar. Se muestra ajeno y fascinado. Esté ansioso por saciar su curiosidad y salir a recorrer este país desconocido para él. No le interesa salir a ver lo turístico, lo monumental, sino que quiere adentrarse en lo más íntimo de la India.
“Son las primeras horas de mi estancia en la India y no sé cómo dominar la bestia sedienta encerrada en mi interior, (...)”.

El cronista describe constantemente. Observa minuciosamente lo que lo rodea y lo describe. No le interesa demasiado ser objetivo. Todo lo que cuenta pasa por el filtro de su visión, el relato está cargado de subjetividad. Así es como, según su impresión, sus gustos y sus preferencias, nos va narrando lo que sucede. Y acudiendo muchas veces al uso de metáforas y comparaciones, nos cuenta lo que le desagrada, lo que parece bello y los recuerdos que le suscitan las imágenes.
“(...) pobres vacas cuya piel se había vuelto de barro, obscenamente flacas, algunas pequeñas como perros, (...)”

El paisaje pareciera abrumarlo. Está lleno de tiendas, de coches, de vacas y sobre todo de gente. La India es un país superpoblado y quien narra nos lo hace saber. No se detiene demasiado a mirar monumentos o edificios, son breves momentos en los que contextualiza al lector. Lo que lo rodea es gente. El otro. Lo que le llama la atención durante la crónica es el otro, el otro hindú. Lo que viste, lo que hace, sus expresiones. Por momentos pareciera que sus habitantes son lo único que decora el paisaje. Este hindú complejo, al cual él mismo no quiere reducir a lo simple, a lo predecible; sino que quiere conocer con profundidad. Los observa con curiosidad y fascinación pero en ocasiones se muestra desconcertado. Se enternece con su cortesía y paciencia, pero se exaspera con su pasividad y con su resignación.
“(...)los indios se levantan con el sol resignados, y resignados empiezan a ocuparse de algo: (...) nunca están alegres sonríen a menudo, es cierto, pero es una sonrisa de dulzura, no de alegría”.
Incluso se muestra asqueado. Lo desagradable no deja de estar presente en la crónica. La India le agrada y le fascina pero también le repele. Lo sucio, lo grotesco, la miseria. No lo dice de manera de despectiva ni agresiva, sino que lo hace saber, lo quiere transmitir, que el lector esté ahí y lo observe de cerca. No es casual el título de la crónica “El olor de la India”.
“Las calles están ya desiertas perdidas en su polvorientos, seco, sucio silencio tienen algo de grandiosos y al mismo tiempo miserable”.
Este narrador es un cronista que nos muestra la India y sobre todo nos permite ponernos sus lentes y verla desde su visión.

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